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domingo, 20 de enero de 2013

Strangers = Capitulo 2 = SasuNaru Fanfic, M-Preg, Lemon=



Capítulo 2


A Naruto comenzó a darle vueltas la cabeza y tuvo nauseas. Pensó que iba a desmayarse.

-Tranquilo, tranquilo-le dijo Sasuke. Lo tomo por los hombros y lo obligo a tumbarse de nuevo-. ¿No te acuerdas de cuando te hiciste esa herida? – le preguntó. Él hizo un gesto negativo con la cabeza, y entonces el susurró:


-Debió de suceder cuando el avión cayó, no había sentido ningún dolor.-


-Estabas en estado de shock. ¿Cómo te sientes ahora?-


Fue en aquel momento cuando Naruto fue consciente del dolor.


-No está muy mal-respondió. Y, al darse cuenta de que él lo estaba observando atentamente para saber si decía la verdad, insistió: -De verdad, no me siento mal. Pero he sangrado mucho, ¿no?-


-Sí- dijo él. Y, con una expresión grave, comenzó a rebuscar en el maletín de primeros auxilios.

-Tengo que limpiarte la sangre para ver dónde está la herida.-


Sasuke abrió la mochila que el rubio llevaba y saco una camiseta de suave algodón para limpiar la sangre de la pierna. Naruto sintió la presión de sus manos, y casi nada más aparte de eso, mientras observaba el cielo a través de las ramas de los árboles.


Quizá se hubiera apresurado al dar las gracias a Dios por estar vivo. Cabía la posibilidad de que se desangrara allí mismo sin que Sasuke pudiese evitarlo. De hecho, posiblemente se alegrara de librarse de él.


Una suave imprecación lo sacó de su macabro ensimismamiento. Naruto alzó la cabeza y se miró la pierna herida. A lo largo de toda la espinilla corría un profundo corte, desde la rodilla hasta por encima del borde del calcetín.


Vio carne, musculo, sangre. Era repugnante, y no pudo evitar gemir.


-Túmbate, demonios.-


Débilmente, Naruto obedeció.


-¿Cómo ha podido pasarme eso sin que yo lo notara?-


-Probablemente, se abrió como la piel de un tomate a causa del impacto.-


-¿Puedes hacer algo?-


-Limpiar la herida con agua oxigenada.-


-¿Me va a doler?-


-Probablemente.-


Sin prestar atención a la mirada llena de miedo de Naruto, él comenzó a limpiar el corte con ligeros golpecitos, valiéndose de un trozo de camiseta de algodón y del peróxido. Naruto se mordió el labio inferior para no gritar, pero tenía el rostro contorsionado de angustia.

En realidad, la idea del agua oxigenada haciendo burbujas en medio de la herida era tan mala como el dolor.


-Respira por la boca si sientes ganas de vomitar-le indico el moreno- Casi he terminado.-


El rubio cerró los ojos con fuerza, y no volvió a abrirlos hasta que oyó el sonido de una tela rasgándose. Sasuke estaba haciendo vendas con otra camiseta. Le vendó la pantorrilla con fuerza para evitar que la herida siguiera abriéndose.


-Por ahora, tendremos que conformarnos con esto-dijo, más para sí que para el ojiazul. 

Después tomó de nuevo el cuchillo y le indicó:

- Levanta las caderas.-


El rubio obedeció, evitando mirarlo a los ojos. Entonces, Sasuke le corto la pernera alrededor del muslo.


-No puedes caminar así.-


-¡Si puedo!-exclamo Naruto frenéticamente.


Tenía miedo de que le dejara atrás. Sin embargo, el moreno se inclinó hacia él, lo tomo por los brazos y lo ayudo a sentarse.


-Quítate el abrigo y ponte esta chaqueta de esquiar.-


Sin discusión, el rubio dejo que el abrigo de piel se deslizara por los hombros. Con el hacha que había tomado de la cabina de la avioneta, Sasuke cortó tres ramas fuertes y las limpio.

En silencio, Naruto observo como formaba una hache, aunque el palo central era más alto de lo normal. El ojinegro ató las intersecciones con correas de cuero, que había tomado de las botas de los hombres a los que habían enterrado. Después, tomo el abrigo de piel y colocó cada una de las mangas sobre los palos más largos. Naruto se encogió cuando el corto la piel y el forro de satén e hizo un agujero al final de su precioso abrigo de piel de zorro.


Entonces, Sasuke lo miró.


-¿Qué pasa?-


El trago saliva al darse cuenta de que le estaba poniendo a prueba.


-Nada. El abrigo era un regalo, eso es todo.-


Sasuke le observo unos segundos antes de hacer un agujero similar en el otro lado del abrigo. Entonces, paso los palos por los agujeros. El resultado fue unas parihuelas más que rudimentarias. Sin embargo, Naruto estaba impresionado con el ingenio y la habilidad de aquel hombre. Y muy aliviado por el hecho de que el moreno tuviera en mente abandonarlo ni deshacerse de él.


Sasuke puso una de las camillas en el suelo; después tomo a Naruto en brazos, lo deposito cuidadosamente sobre el abrigo de piel y lo tapó con más pieles.


-No vi ningún animal parecido a esto allí arriba-dijo el rubio, pasando la mano sobre una piel suave y corta.


-Umingmak.


-¿Cómo?


-Así llaman los inuit a los bueyes almizcleros. Significa que no lo maté yo, solo compré la piel. 
Es muy cálida-le explico Sasuke. Después de ajustarle la manta alrededor del cuerpo, añadió-: Si quieres, puedes quedarte aquí y permanecer tapado.


El moreno se incorporó y se enjugó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Al rozarse el chichón de la sien, hizo un gesto de dolor. Naruto habría tenido que quedarse una semana en cama su  hubiera recibido un golpe como aquel; debía de estar causándole mucho dolor.


-Gracias, Sasuke-le dijo suavemente.


Él aludido se quedó inmóvil, lo miró, asintió rápidamente y después comenzó a recoger todas las cosas. Puso ambas mochilas sobre la parihuela, junto a los rifles.


-Sujétalo todo, ¿de acuerdo?-


-Sí ¿A dónde vamos?-


-Hacia el sureste.-


-¿Por qué?-


-Tarde o temprano, deberíamos dar con la civilización.-


-Ah-dijo el rubio. No quería moverse de allí porque sabía que el viaje iba a ser muy difícil.- ¿Puedo tomar una aspirina, por favor?-


Él saco el frasco, lo abrió y deposito dos aspirinas en la palma de la mano de Naruto.


-No podre tragarlas sin líquido.-


Sasuke emitió un sonido de impaciencia.


-Lo único que hay es brandy.-


-Brandy, por favor.-


Él le paso una de las botellas y lo observó. Naruto tomo un buen trago para tragarse las pastillas. Se atragantó y tosió. Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero con dignidad y aplomo, le devolvió la botella y dijo:


-Gracias.-


Sasuke sintió la necesidad de sonreír.


-Puede que no tengas sentido común, pero tienes agallas, eso sí.-


Y aquello, pensó Naruto, era lo más parecido a un cumplido que iba a recibir de Uchiha Sasuke.
 
Él tomo los extremos de las ramas y se los ajusto bajo los brazos, y después, comenzó a caminar arrastrando la camilla.


Después de haber avanzado unos cuantos kilómetros, durante los cuales Naruto no pudo evitar que le chocaran los dientes con los golpes de su trasero sobre las piedras, se dio cuenta de que no iba a estar mucho mejor en aquella camilla de lo que hubiera estado caminando. Tenía que concentrarse para no deslizarse fuera de las pieles y sabía que tendría hematomas en los glúteos.


A medida que pasaba el tiempo, oscurecía y hacía más frio. Comenzó a caer nieve en forma de ligeros copos. Además la pierna le dolía cada vez más, pero habría estado dispuesto a morderse la lengua antes que quejarse.


Oía la respiración fatigosa de Sasuke. Para el moreno, las cosas tampoco eran fáciles. Si no fuera por él, habría podido recorrer el triple de distancia en el mismo tiempo.


De repente se hizo de noche, y se volvió peligroso continuar avanzando por aquel terreno tan accidentado.


Sasuke se detuvo en un claro y soltó la camilla.


-¿Qué tal estas?-


Naruto no quería pensar en el hambre, la sed y el cansancio que estaba sufriendo.


-Bien.-


-Sí, claro ¿Cómo estás de verdad?-insistió Sasuke.


Se arrodilló a su lado y apartó las pieles que lo cubrían. Naruto tenía el vendaje ensangrentado nuevamente. Rápidamente, el moreno volvió a taparlo- Será mejor que nos detengamos para pasar la noche. Ahora que se ha puesto el sol, no sé en qué dirección avanzamos.-


Él estaba mintiendo solo para que el rubio se sintiera mejor. Naruto sabía que habría continuado la marcha de no ser por él. Sin embargo, Sasuke rodeó el claro y junto hojas de pino. Después extendió  las pieles encima del cúmulo y volvió por Naruto. Lo tomó en brazos y lo depositó cuidadosamente sobre el lecho que había formado. Al tumbarse, el rubio suspiro de alivio. Sasuke lo tapó con pieles.


-Encenderé una hoguera. No será grande, porque no hay leña seca, pero será mejor que nada, y nos ayudará a mantener a raya los posibles visitantes.-


Naruto de estremeció y se puso las pieles sobre la cabeza, para protegerse del pensamiento de los animales salvajes y de la helada precipitación que continuaba espolvoreando el suelo.
Sin embargo, el dolor de la pierna, cada vez más intenso, no le permitía dormitar. Se sintió cada vez más inquieto, hasta que finalmente, sacó la cabeza de entre las pieles.
Sasuke había conseguido encender el fuego humeante, débil y lo había rodeado de piedras para impedir que se extendiera.


Sasuke lo miró. Se abrió una de las muchas cremalleras que tenía su abrigo, extrajo algo de un bolsillo y se lo lanzo. Naruto lo atrapo con una mano.


-¿Qué es?-


-Una barra de cereales.-


Al pensar en comida, a Naruto comenzó a rugirle el estómago. Rasgo el envoltorio para meterse toda la barra en la boca, pero antes de hacerlo, se contuvo…


-No…no tienes por qué compartirla conmigo-dijo con un hilillo de voz- Es tuya, y quizá la necesites más tarde.-


-No, no es mía. La encontré en el bolsillo del abrigo de otro.-


Pareció que el moreno disfrutaba brutalmente al decirle aquello, dándole a entender que, si la barrita de cereales fuera suya, se lo pensaría dos veces antes de compartirla con él.

Fuera cual fuera su intención, le había estropeado aquel momento. La barra le supo cómo serrín; Naruto mastico y trago mecánicamente, en parte por la sed. Como si le estuviera leyendo el pensamiento, Sasuke dijo:


-Si no encontramos agua para mañana, tendremos problemas.-


-¿Y crees que la encontraremos?-


-No lo sé.-


El rubio se tendió entre las pieles pensativamente.


-¿Por qué crees que ocurrió el accidente?-


-No lo sé. Supongo que por una combinación de cosas.-


-¿Tienes idea de donde estamos?-


-No. Tendría una idea aproximada de no haber sido por la tormenta.-


-¿Crees que nos salimos del rumbo?-


-Sí, pero no sé cuánto.-


-¿Habías estado en el Great Bear Lake antes?-


-Una vez.-


-¿Cuándo?-


-Hace varios años.-


-¿Cazas mucho?-


-Un poco.-


No era exactamente hablador, pero Naruto quería entablar conversación para distraerse del dolor de pierna.


-¿Crees que nos encontraran?-


-Quizá.-


-¿Cuándo?-


-¿Qué te crees que soy, una enciclopedia?-le dijo él, desabridamente, y se puso en pie con brusquedad-. Deja de hacerme preguntas. No se las respuestas.-


-Solo quería saberlo-respondió Naruto, quejumbrosamente.


-Bueno, pues yo también. Pero no lo sé. Ya te he dicho que las posibilidades de que nos encuentren son remotas, porque el avión se había apartado de su rumbo. Y ahora, cállate.-

Naruto se quedó en silencio. Sasuke recorrió el claro en busca de ramas secas. Añadió unas cuentas a la hoguera y, después, se acercó al rubio.


-Deja que te vea la pierna.-


Sin miramientos, aparto las pieles, y con habilidad, fue cortando los nudos del vendaje ensangrentado con su cuchillo de caza.


-¿Te duele?-


-Sí.-


-Bueno, no es de extrañar-dijo él con el semblante grave, mirando la herida. Su expresión no era precisamente reconfortante.


Mientras el rubio sujetaba la linterna, él volvió a limpiarle el corte con agua oxigenada y le puso un vendaje limpio.
 
Cuando terminó, el menor tenía los ojos rojos y los labios hinchados de mordérselos, pero no se había quejado ni una sola vez.


-¿Dónde aprendiste a hacer los vendajes tan bien?-


-En Vietnam-respondió él en un tono cortante, que indicaba que no quería más preguntas al respecto- Toma otras dos aspirinas-le dijo, y después, él mismo tomó otras dos. Sasuke no se había quejado, pero debía tener un tremendo dolor de cabeza-. Y bebe unos tragos más de brandy. Creo que por la mañana lo vas a necesitar.-


-¿Por qué?-


-Por la pierna. Probablemente, mañana será el peor día. Después de eso, quizá empiece a mejorar.-


-¿Y si no mejora?-


Él no dijo nada. No era necesario.


Con las manos temblorosas, Naruto se llevó la botella de brandy a los labios y tomó unos cuantos sorbos. Las ramas de la hoguera habían prendido, y Sasuke añadió algo más de leña. Sin embargo, no proporcionaba suficiente calor como para que él se quitara el abrigo, cosa que hizo. Y para sorpresa de Naruto, también se quitó las botas, y le dijo a Naruto que hiciera lo mismo.
 
Después hizo un fardo con los abrigos y las botas y lo metió al fondo de las pieles.


-¿Para qué es eso?-le pregunto Naruto. Ya tenía los pies helados.


-Si sudamos con las botas y comienza a hacer más frio, podemos congelarnos. Échate a un lado.-


Naruto lo miró con aprensión.


-¿Eh?-


Con un suspiro de impaciencia, Sasuke se tendió a su lado, obligándolo a hacerle sitio bajo las pieles. Alarmado, el rubio exclamó:


-¿Qué haces?-


-Echarme a dormir. Si te callas, claro.-


-¿Aquí?-


-No había alojamiento con camas separadas.-


-Pero no puedes…-


-Relájate señorito… ¿Cómo era?-


-Uzumaki.-


-Sí, ‘señorito Uzumaki’. El calor de nuestros cuerpos evitará que nos congelemos-sentencio 

Sasuke. Se acurrucó contra el ojiazul y les cubrió las cabezas con las pieles, formando un refugio muy efectivo -Ahora túmbate de costado.-


-Vete al demonio.-


-Mira, no quiero congelarme. Y tampoco tener que cavar otra tumba para enterrarte, as que haz lo que te he dicho. Ahora.-


Debía de haber sido oficial en Vietnam, pensó el rubio con sarcasmo mientras se tumbaba de costado. Él le rodeo la cintura con un brazo y la atrajo hacia sí, hasta que sus cuerpos estuvieron ajustados el uno al otro. Naruto apenas podía respirar.


-¿Esto es estrictamente necesario?-


-Sí.-


-No voy a ir a ningún sitio, así que no tienes que poner el brazo ahí.-


-Me sorprendes. Creía que te gustaría-dijo el moreno y le apretó la palma de la mano contra el estómago -Eres una verdadera monada ¿Acaso no esperas que todos los hombres se exciten cuando te ven?-


-Suéltame.-


-Con ese brillante cabello, de un color tan poco corriente.-


-¡Cállate!-


-Seguro que estás orgulloso de tu aspecto, y que los hombres y mujeres te encuentran irresistible. Ese copiloto, sí. Estaba salivando por ti. Casi tartamudeaba.-


-No sé de qué estás hablando.-


-Oh, sí, claro que sí. Debes de habértelo pasado muy bien, dejando asombrados a todos los hombres de la avioneta cuando subiste, con el abrigo de piel, con esas mejillas tan sonrosadas y esa boquita tan sexy.-


-¿Por qué estas estás haciendo esto?-le pregunto el rubio en un sollozo.

Sasuke masculló una maldición, y cuando habló de nuevo, su tono de voz no era de broma. 

Era de cansancio.


-Para que estés seguro de que no voy a aprovecharme de ti durante la noche. Los y las rubias nunca han sido de mi gusto. Además todavía tienes el cuerpo caliente de tu amante. Teniendo en cuenta esas cosas, tu virtud está a salvo conmigo.-


Naruto reprimió las lágrimas de humillación.


-Eres cruel y vulgar.-


Él se rio.


-Ahora hablas de un modo tan ofendido que no me siento tentado a aprovecharme de ti, así que no te preocupes. Duérmete ¿De acuerdo?-


El ojiazul tuvo que apretar los dientes para no responder a aquella grosería. Mantuvo el cuerpo rígido y puso una barrera entre ellos, aunque no física, si mental.
Intento hacer caso omiso del calor corporal que desprendía Sasuke, que le traspasaba la ropa, y de su respiración, que le rozaba el cuello cada vez que exhalaba, y del poder oculto de sus muslos, que se adaptaba a su espalda.
 
Poco a poco, y con la ayuda del brandy que había bebido, se relajo, finalmente, se durmió.



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 Continuará...
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¡Konnichiwa/Konbawa! ^^ espero que este segundo capitulo haya sido de su agrado, y perdonen la espera TwT
¡Bueh! Gracias a mi
Beta Reader: Andrómeda Walker Nightray
¡Arigato Andri~~~!
Sin más cosas relevantes que decir ls digo adiós! Sayonara! Comenten onegai!
Un blog se alimenta de sus comentarios~~
Dewa!

viernes, 4 de enero de 2013

Strangers - Capitulo 1 =SasuNaru Fanfic, M-preg, Lemon=


Estaban todos muertos.

Todos, salvo él.       

Estaba seguro.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde el impacto, ni cuánto tiempo llevaba encorvado, con la cabeza en el regazo. Podían haber sido segundos, minutos, años. El tiempo podía haberse detenido.

El amasijo de metal retorcido se había estremecido interminablemente hasta que, por fin, había quedado inmóvil con un quejido ronco. Los arboles destrozados, víctimas inocentes del accidente, habían dejado de temblar, en aquel momento no se movía ni una hoja; reinaba una calma espantosa. No se oía ni un sonido.

Alzo la cabeza. Tenía el pelo y los hombros llenos de esquirlas de platico de lo que había sido la ventanilla contigua de su asiento. Agito la cabeza ligeramente y las esquirlas cayeron a su alrededor, produciendo un tintineo apenas perceptible en el silencio. Se obligo a abrir los ojos lentamente.

Se le formo un grito en la garganta pero no pudo emitirlo. Se le había helado las cuerdas vocales, y sentía demasiado horror como para gritar. Aquello era una carnicería.

Los dos pasajeros que había sentados frente a él, buenos amigos, por lo que había podido deducir de sus bromas constantes, habían muerto. Sus risas y sus chistes habían quedado silenciados para siempre. Uno de ellos había atravesado el cristal de la ventanilla con la cabeza. Él detecto aquel hecho, pero apenas miro la escena. Había un mar de sangre, volvió a cerrar los ojos y no los abrió hasta que hubo girado la cara.

Al otro lado del pasillo había otro hombre muerto con la cabeza apoyada contra el asiento, como si hubiera estado durmiendo cuando la avioneta cayó. El Solitario. Antes del despegue, él le había otorgado aquel nombre. Como el avión era pequeño, había unas normas muy estrictas acerca del peso.

Mientras se pesaba tanto a los pasajeros como al equipaje antes de despegar, el Solitario se había mantenido apartado del grupo, con un talante hostil y de superioridad. Ninguno de los demás pasajeros había intentado trabar conversación con el debido a la antipatía que irradiaba. Su actitud lo había aislado, igual que a él le había aislado su notable sexo. Era el único doncel a bordo del vuelo.

Y en aquel momento, el único superviviente.

Miro hacia la cabina y se dio cuenta de que la parte delantera de la avioneta se había separado del resto del fuselaje como si fuera el corcho de una botella. Estaba a varios metros de distancia, y el piloto y el copiloto, ambos jóvenes y agradables, estaban muertos tambien.

Tragó la bilis que le había llenado la garganta.

Aquel copiloto fuerte y barbudo le había ayudado a subir al avión y había flirteado con él, diciéndole que casi nunca tenia donceles en su nave y que cuando los tenia, no parecían maniquís de moda.

Los otros dos pasajeros, hermanos de mediana edad, aun estaban en sus asientos, con el cinturón abrochado.

Los había matado el tronco tronchado que había traspasado el fuselaje del avión como un abrelatas. Su familia sentiría aquella tragedia doblemente.

Comenzó a llorar. El miedo y la desesperación se adueñaron de él. Tenía miedo de desmayarse. Tenía miedo de morir. Tenía miedo de sobrevivir.

Las muertes de sus compañeros de viajes habían sido rápidas e indoloras. Probablemente habían perdido la vida de un impacto. Mejor así. Su muerte, sin embargo, sería más larga, porque milagrosamente, estaba indemne. Moriría lentamente de sed, de hambre, de congelación.

Se pregunto porque seguía con vida. La única explicación era que iba sentado en la última fila. Al contrario que le resto de los pasajeros, él había dejado a alguien en una cabaña del Great Bear Lake. Su despedida había sido interminable, así que había sido el último en llegar a la avioneta. Todos los asientos estaban ocupados, salvo aquel ultimo.

Cuando el copiloto le había ayudado a subir, los ruidosos diálogos habían cesado de repente. Al ser el único doncel de todo el pasaje, se había sentido incomodo mientras caminaba por el pasillo para ocupar su lugar, inclinado a causa de la baja altura del techo.

Aquella avioneta que había salido desde una cabaña de pesca y caza del territorio noroeste de Canadá, era demasiado masculino. Él había intentado pasar desapercibido. Había ocupado su asiento sin decir nada y se había puesto a mirar por la ventanilla.

Solo una vez, justo antes del despegue, había vuelto la cabeza y, sin querer, había cruzado la mirada con la del hombre que iba al otro lado del pasillo. Él lo había mirado con tal desaprobación, que lo había hecho mirar hacia la ventanilla rápidamente.

Además de los pilotos, probablemente el había sido el primero en notar que comenzaba una tormenta. La lluvia torrencial, acompañada de una densa niebla, le había puesto nervioso. Pronto, las sacudidas del avión habían transformado la animada charla de los demás en comentarios nerviosos sobre el vuelo. Alguno agradeció, incluso, no estar en aquel momento en el lugar de los pilotos.

Los pilotos lo estaban pasando muy mal, y no transcurrió mucho tiempo antes de que todos se dieran cuenta. Finalmente, los pasajeros quedaron en silencio, con la mirada fija en la cabina. La tensión dentro del aparato aumentó cuando los dos pilotos perdieron el contacto con la radio de la torre de control.

Ya no podían seguir guiándose con el instrumental de vuelo debido a que las indicaciones eran inexactas. Y a causa de las espesas nubes que estaban atravesando, no había vuelto a ver la tierra desde el despegue.

Cuando la avioneta entro en barrena y el piloto les gritó a los pasajeros que se precipitaban al vacio, todos tomaron aquella noticia con una resignación y una calma asombrosas.

Él se había encogido y había apretado la cabeza contra las rodillas, cubriéndosela con las manos, sin dejar de rezar. Pareció una eternidad.

Nunca olvidaría el primer impacto, pese a estar preparado para sentirlo. No sabía porque se había salvado de una muerte instantánea, a menos que su tamaño, más pequeño que el de los hombres que viajaban en la avioneta, le hubiera permitido encajar entre su asiento y el delantero mejor que a los demás, y de aquel modo, hubiera sido capaz de amortiguar más el terrible golpe.

Sin embargo, en aquellas circunstancias, no estaba muy seguro de que sobrevivir hubiera sido una suerte favorable. A la cabaña, situada al noroeste de Great Bear Lake, solo se podía llegar en avioneta; entre aquel punto y Yellowknife, su destino, había kilómetros y kilómetros de bosque. Solo Dios sabría cuanta distancia había recorrido  la aeronave antes de caer. Las autoridades la buscarían durante meses sin poder encontrarla. Hasta que lo hicieran, si acaso daban con él, estaría solo.

Aquel pensamiento hizo que se pusiera en acción casi con un impulso frenético. Comenzó a forcejear para desabrocharse el cinturón de seguridad, y se golpeo la cabeza con el asiento delantero. Por fin, consiguió bajar desde el asiento hasta el pasillo, y a gatas, se dirigió hacia el hueco del fuselaje.

Evitando mirar los cuerpos, contempló el exterior desde el borde rasgado de metal. Había cesado la lluvia, pero el cielo estaba cubierto de nubes bajas pesadas, plomizas, que estaban a punto de descargar nuevamente, se oían truenos frecuentes y amenazadores. No había viento y supuso que aquello era de agradecer; el viento podía causar mucho frio. Pero…si no había viento, ¿de dónde procedía aquel sonido quejumbroso?

Conteniendo la respiración, esperó.

¡Otra vez!

Volvió la cabeza y escuchó con atención. No era fácil oír nada sobre el sonido de los latidos acelerados de su corazón.

Hubo un movimiento casi imperceptible.

Miró hacia el nombre que estaba sentado al otro lado del pasillo, junto a su asiento. ¿Era solo su imaginación ansiosa, o había movido los parpados? Se acerco a él gateando y rezando.

-Oh, por Dios, que este vivo-murmuró con fervor.

Llego hasta su asiento y lo miro fijamente a la cara.

Parecía que continuaba en reposo. Los parpados no le temblaban, y ni el más mínimo gemido salía de entre sus labios. Le miro el torso, pero el hombre llevaba un grueso abrigo, así que era imposible saber si respiraba.

Le poso el dedo índice sobre la curva del labio, justo bajo los orificios de la nariz, y al sentir su respiración, emitió una exclamación.

-Gracias a Dios…

Entonces, comenzó a llorar y a reír al mismo tiempo. Le dio unos suaves golpecitos con las manos en las mejillas.

-Despierte, señor. Por favor, despierte.

Él gimió, pero no abrió los ojos. Comprendió entonces, por intuición, que cuanto antes recuperara el conocimiento, mejor seria para aquel hombre. Además, necesitaba saber que no estaba muerto, y que no iba a morir, al menos, inmediatamente. Necesitaba saber que no estaba solo.

 Pensando que quizá el aire puro le hiciera revivir, decidió sacarlo de la avioneta. No iba a ser fácil; probablemente, él pesaba 40 kilos más que el.

Cuando le desabrocho el cinturón de seguridad, el Solitario se inclino como peso muerto sobre él. Consiguió detener su caída con el hombro derecho y, medio arrastrándolo, comenzó a dirigirse hacia la salida por el pasillo.

Aquel viaje de 3 metros le llevo una media hora. Al pasar junto a uno de los cuerpos, el brazo que colgaba sin vida se le enganchó. Tuvo que superar la repulsión y tocarlo para zafarse. Se mancho de sangre las manos. Estaba pegajosa. Gimoteo de horror, pero se mordió el tembloroso labio inferior y continuo tirando del hombre por el pasillo recorriéndolo centímetro a centímetro con una lentitud agonizante.

De repente, pensó en que, tuviera la lesión que tuviera, quizá le estuviera haciendo más daño que beneficio al moverlo. Sin embargo ya había llegado lejos, y no podía detenerse. Había decidido sacarlo, y aquello era lo que iba a hacer, aunque solo fuera para demostrarse que no estaba completamente desamparado.

Lo movió tanto como fue capaz. De vez en cuando, el emitía algún gruñido, pero aparte de aquello, no dio señal alguna de que fuera a recuperar el conocimiento. Se alejo de él momentáneamente, y atravesó las ramas de un pino.

El lado izquierdo del fuselaje se había desprendido del avión, así que todo sería cuestión de arrastrarlo por el ramaje. Rompió todas las ramas pequeñas que pudo antes de volver junto al hombre.

Tardo más de cinco minutos en darle la vuelta para poder agarrarlo por debajo de los brazos. Después, de espaldas al estrecho túnel que había clareado, tiro de él. Las acículas de los pinos le arañaron la cara, y la corteza le raspó las manos, aunque afortunadamente, la ropa le protegió casi toda la piel.

Mientras luchaba por avanzar, su respiración se hizo más fatigosa. Pensó en detenerse a descansar, pero temió que nunca podría conseguir la fuerza suficiente para comenzar de nuevo. Su carga haba comenzado a gemir constantemente. Sabía que debía de estar sufriendo mucho, pero no podía parar, o quizás el se sumiera más en la inconsciencia.

Por fin, noto el aire frio en las mejillas. Sacudió la cabeza para librarse de la última rama y salió a un claro. Siguió arrastrando al hombre hasta que el tambien estuvo libre de las ramas de los arboles. Exhausto, se dejo caer al suelo, y la cabeza del hombre cayó en su regazo.

Apoyo las manos en la tierra y miro al cielo mientras recuperaba el aliento, pensando en lo bueno que era sentirse vivo. Tras unos instantes, miro al hombre, y vio por primera vez que tenía un terrible chichón en la sien derecha. Sin duda, por aquel golpe había perdido el conocimiento.

Le alzó los hombros con las manos, lo suficiente como para quitárselo del regazo, y se acerco a su costado gateando. Comenzó a desabrocharle el grueso abrigo mientras rogaba que no tuviera ninguna herida mortal. Descubrió, con alivio, que no tenía sangre en la chaqueta de franela de cazador que llevaba. Desde el cuello alto de su camiseta hasta las botas, ella no encontró ninguna hemorragia grave.

Con un largo suspiro de alivio, se inclino sobre él le dio ligeros golpes en las mejillas nuevamente. Supuso que tendría unos 27 años, aunque no se le daba bien calcular la edad de las personas. Tenía el pelo un poco largo, negro, liso y la piel blanca, casi como si nunca hubiese salido al sol. Su boca era de labios delgados.

Aquella cara no era la de alguien que trabajase al aire libre. Era un rostro muy bello. Tenía cierta dureza y una expresión distante que él tambien había sentido en su personalidad.

Se pregunto con inseguridad que pensaría él cuando recuperara el sentido y se viera solo en el bosque con un doncel.  No tuvo que esperar mucho para averiguarlo; unos momentos después, él abrió lentamente los ojos.

Eran de un color tan negro como la noche. Se fijo en él, volvió a cerrar los ojos y los abrió de nuevo. El joven quiso hablar, pero tuvo miedo y se mantuvo en silencio. El pelinegro emitió una vulgar imprecación y se estremeció, aunque atribuyo aquel lenguaje tan grosero al dolor que debía estar sintiendo. De nuevo, el azabache cerró los ojos, y espero varios segundo antes de abrirlos otra vez. Entonces, dijo:

-Hemos tenido un accidente.

Su voz era ronca y muy masculina.

Asintió en respuesta a la pregunta.

-¿Cuánto tiempo hace?

-No lo sé con seguridad. Quizá un hora.

Con un gesto de dolor se cubrió el chichón con una mano y se incorporó empujándose con la otra mano. El otro se aparto para que el moreno pudiera sentarse.

-¿Y los demás?

-Han muerto todos.

-¿Estás seguro?

-¿Seguro? Eh…no. Creo que están muertos.

-¿Has comprobado si tenían pulso?

-No. No lo he comprobado-admitió el joven.

El moreno le clavo una mirada sentenciosa, pero aprovechó para mirarle mejor. El doncel aquel tenía el cabello rubio, los asustados ojos azules y la piel ligeramente bronceada; una boquita de manzana de labios carnosos y una respingada nariz.

Se apoyó en un árbol e intento mantenerse erguido y recuperar el equilibrio.

-¿Cómo…como te sientes?

-Tengo ganas de vomitar.

Uno de los rasgos de aquel hombre era que no usaba eufemismos.

-Quizá deberías tumbarte.

-Sin duda.

-¿Y bien?

El moreno lo miro sin apartarse la mano del chichón.

-¿Te ofreces voluntario para comprobar el pulso de los demás pasajeros?-le pregunto con sarcasmo. Entonces, el ver el rubio palidecía, esbozo una sonrisa desdeñosa-. Eso pensé.

-Te he sacado del avión, ¿no?

-Si-respondió el azabache secamente-. Me has sacado.

El rubio no esperaba que lo besara para darle las gracias por haberle salvado la vida, pero una sencilla palabra de gratitud habría sido agradable.

-Eres un desagradecido…

-Ahórratelo.

Entonces, el aguazul observo como el moreno se separaba del árbol y se encaminaba tambaleándose hacia el aparato destrozado, apartando las ramas de los arboles con mucha más fuerza de la que él hubiera podido reunir en un mes.

Se dejó caer al suelo y apoyó la cabeza sobre las rodillas, con la tentación de echarse a llorar. Lo oyó moviéndose por la cabina. Cuando alzó la cabeza y miró hacia la avioneta, lo vio a través del desaparecido parabrisas de la cabina de tripulación. Estaba moviendo las manos, impertérrito, sobre los cuerpos de los pilotos.

Minutos después, se abrió camino por las ramas nuevamente y se acerco a él.

-Tenías razón. Han muerto.

¿Y que esperaba que le respondiera? ¿Qué ya lo sabía?  El moreno dejó en el suelo un maletín de primero auxilios y se arrodillo a su lado. Sacó un frasco de aspirinas y se metió tres a la boca, y después se las trago sin necesidad de agua.

-Ven aquí-le ordenó después con rudeza. El rubio se inclino hacia delante y le entrego una linterna-. Ilumíname los ojos, uno por uno, y dime qué pasa.

El menor encendió la linterna y enfocó el haz de luz primero al ojo derecho, después al izquierdo.

-La pupila se contrae.

Él le quito la linterna y la apagó.

-Bien. No tengo conmoción cerebral. Solo un terrible dolor de cabeza. ¿Tu estas bien?

-Eso creo.

Él le miro con escepticismo, pero asintió. 

-Me llamo Uzumaki Naruto-le dijo el rubio, educadamente.

El soltó una carcajada seca.

-Naruto, ¿eh?

-Sí, Naruto-respondió él con tirantez.

-Era de esperar.

Aquel hombre carecía de educación.

-¿Y tú tienes nombre?

-Sí, tengo nombre. Uchiha Sasuke. Pero esto no es una fiesta, así que perdona que no me quite el sombrero y te haga una reverencia.

Para ser los únicos dos sobrevivientes de un accidente de aviación, aquel era un mal comienzo. En aquel momento, Naruto quería que le consolaran, que le dijeran que estaba vivo y que iba a continuar viviendo. Lo único que había recibido de él era un desprecio inmediato.

-¿Qué te pasa?-le pregunto con enfado-. Te comportas como si el accidente hubiera sido culpa mía.

-Quizá lo fuera.

El ojiazul dejo escapar un jadeo de incredulidad.

-¿Cómo? Yo no soy la culpable de que haya habido una tormenta.

-No, pero sino hubieras tenido una despedida tan emotiva con tu enamorado, quizás nos hubiéramos adelantado. ¿Por qué te marchaste antes que él? ¿Tuvieron una pelea de enamorados?

-Eso no es asunto tuyo-masculló el ojiazul.

El moreno no se alteró.

-Y tu no tenías porque estar en un sitio como aquel-le dijo, mirándolo de los pies a la cabeza-, siendo el tipo de chico que eres.

-¿Y qué tipo de chico soy?

-Vamos a dejarlo. Digamos solo que tendría más oportunidades sin ti.

Después de decir aquello, se sacó un cuchillo de caza de la funda que llevaba en el cinturón. Naruto se preguntó si tendría intención de cortarle el cuello para librarse de la rémora que él suponía. En vez de eso, el moreno se volvió y comenzó a cortar las ramas más pequeñas del árbol para clarear un camino más accesible hacia el fuselaje.

-¿Qué vas a hacer?

-Tengo que sacarlos.

-¿A los demás? ¿Por qué?

-A menos que quieras tenerlos por compañeros de alojamientos.

-¿Vas a enterrarlos?

-Esa es la idea. ¿Se te ocurre algo mejor?

No, por supuesto que no, así que no dijo nada.

Uchiha Sasuke se abrió paso a través del árbol hasta que solo quedaron las ramas más grandes. Resultaba más fácil pasar por encima de ellas o rodearlas.

Naruto lo ayudó, apartando las ramas a medida que él las cortaba.

-Entonces, ¿vamos a quedarnos aquí?-le preguntó al cabo de un rato.

-Por el momento, si.

Después de abrir el camino, entro al fuselaje y le hizo una señal para que el rubio entrara tambien.

-Tómalo por las botas, vamos.

Naruto bajó la mirada hacia las personas de uno de los hombres muertos. No podía hacerlo. No había nada en su vida que la hubiera preparado para algo así. No podía hacer algo tan grotesco.

Sin embargo, al mirar los ojos fríos e implacables de Uchiha Sasuke de nuevo, supo que él esperaba que lo hiciera sin ninguna discusión.

Uno por uno, fueron sacando los cuerpos de la avioneta. Sasuke hizo la mayor parte del trabajo. Naruto le echó una mano cada vez que él se lo pedía, intentando distancia la mente de aquella tarea tan espeluznante.

Naruto había perdido a su madre cuando era adolescente, y dos años antes, su hermano había muerto tambien. Sin embargo, en ambas ocasiones, los había visto cuando yacían en el féretro forrado de satén, iluminados con luz suave, con flores y música de órgano. La muerte le había parecido algo irreal. Ni siquiera los cuerpos de su madre y su hermano eran reales para ella, sino que eran replicas de la gente a la que había querido, maniquís creados a su imagen y semejanza por el encargado de la funeraria.

Aquellos cuerpos eran reales.

Mecánicamente, obedeció las órdenes que aquel tal Uchiha Sasuke le impartía sin emociones ni inflexión en el tono de voz. Naruto pensó que debía de ser un robot. No parecía que sintiera nada mientras arrastraba los cuerpos hacia el suelo. Cuando terminó, apilo piedras cobre ellos.

-¿No deberíamos decir algo?-preguntó Naruto, mientras miraban aquel bárbaro montón de piedras grises, que tenían por objeto proteger los cuerpos de los animales que se acercaban a devorarlos.

-¿Decir algo? ¿Qué?

-Un fragmento de las escrituras. Una oración.

El moreno se encogió de hombros con indiferencia mientras limpiaba la hoja del cuchillo.

-No sé ningún fragmento de las escrituras, y hace tiempo que olvide todas las oraciones.

Le dio la espalda a la tumba y volvió hacia el avión.

Naruto susurro una plegaria apresurada antes de seguirlo. Lo que más temía era quedarse solo. Si perdía de vista a aquel hombre, quizá lo abandonara.

Sin embargo, no era probable, al menos no por el momento. El estaba agotado, casi a punto de desmayarse.

-¿Por qué no te tumbas y descansas?-le sugirió el rubio.

Tambien se había quedado sin fuerzas hacia horas, y se mantenía en movimiento gracias a la adrenalina.

-Porque se va a hacer de noche rápidamente-respondió el azabache-. Tenemos que quitar los asientos de la avioneta para hacer sitio para tumbarnos. De lo contrario, tendrás que pasar la noche al aire libre por primera vez en tu vida-respondió con sarcasmo Sasuke mientras entraba en el fuselaje.

Un momento después, Naruto oyó que emitía una violenta imprecación. Después salió de la avioneta con el ceño fruncido.

-¿Qué ocurre?

El extendió la mano. Estaba húmeda.

-Combustible.

-¿Combustible?

-Combustible inflamable-respondió el moreno con impaciencia-. No podemos quedarnos aquí. Con una sola chispa saldríamos disparados hasta China.

-Entonces, no haremos fuego.

Sasuke le fulmino con la mirada.

-Cuando oscurezca, querrás tener una hoguera-dijo con desprecio-. Además, una chispa puede causarla cualquier cosa. Un trozo de metal arañando otro, y seremos historia.

-¿Y qué hacemos?

-Recogemos lo que podamos y nos vamos.

-Pensaba que sería mejor quedarse junto al avión. Los grupos de rescate buscaran la avioneta. ¿Cómo van a encontrarnos si nos alejamos?

-Si quieres quedarte, allá tú. Yo me voy. Pero será mejor que te advierta que no hay agua cerca de aquí. Lo primero que voy a hacer por la mañana es buscar agua.

Aquella actitud arrogante de sabelotodo era insufrible.

-¿Y cómo sabes que no hay agua?

-No hay ninguna huella de animal por aquí. Supongo que podrías sobrevivir con el agua de la lluvia durante el tiempo que dure, pero quien sabe cuánto será eso.

-Está bien. Iré contigo-dijo el aguazul finalmente, tragándose su orgullo. El moreno había comenzado a hacer un montón con las cosas que había recogido de la avioneta-. ¿Cómo puedo ayudar?

El ojinegro le señalo con un gesto de cabeza el compartimiento del equipaje del avión.

-Busca por las maletas de todo el mundo. Toma todo lo que pueda resultarnos útil-le indico, y le entregó varias llaves diminutas, que evidentemente, había tomado de los cuerpos antes de enterrarlos.

El rubio miro recelosamente las maletas. Algunas ya se habían abierto a causa del accidente. Las pertenencias de las víctimas estaban en el suelo.

-Eso sería violar su intimidad…las familias se sentirían…

El moreno se volvió hacia él con brusquedad.

-¿Quieres enfrentarte a la realidad?-le tomo por los hombros y lo agitó-. Mira a su alrededor. ¿Sabes cuantas posibilidades tenemos de salir vivos de esto? Yo te lo diré: ninguna. Pero antes de morir, voy a luchar con todas mis fuerzas. Es una costumbre que tengo.

Entonces, inclino la cabeza hacia el ojiazul.

-Esto no es una excursión de domingo que haya salido mal. Esto es la supervivencia. Los buenos modales y la etiqueta no sirven. Si vienes conmigo, harás lo que yo te diga cuando te lo diga. ¿Lo entiendes? No hay tiempo para sentimientos. No llores por los que no han tenido la suerte de sobrevivir. Han muerto y ya no podemos hacer nada por ellos. Y ahora, mueve el trasero y haz lo que te he dicho.

Después lo empujó y comenzó a reunir las pieles que los cazadores llevaban a casa como trofeos. Había pieles de caribú, de lobo blanco, de castor y visón.

Naruto, conteniendo las lagrimas de mortificación y de angustia que estaban a punto de derramársele, comenzó a registrar las maletas tal y como le había ordenado. Tenía ganas de golpearlo. Quería dejarse caer al suelo y llorar. Sin embargo, no iba a darle aquella satisfacción. Tampoco iba a proporcionarle una excusa para que lo dejara allí. Probablemente, el se aferraría a la más pequeña.

Media hora después, el rubio apiló sus hallazgos junto a lo que había amontonado Sasuke. Pareció que él aprobaba su selección, que incluía dos botellas de licor. Naruto no supo identificarlo por el olor, pero a Sasuke no le importaba mucho. Aparentemente, disfruto del sorbo que tomo de una de las botellas. El rubio observo el movimiento de su nuez mientras tragaba. Tenía un cuello fuerte y níveo y una mandíbula cuadrada. Típico, pensó el rubio, de las mulas obstinadas.

Sasuke tapo la botella y la dejo junto a las cerillas, el costurero de viaje y la ropa extra que el rubio había reunido.

Después dijo:

-Vamos. Será mejor que nos pongamos en marcha. ¿Sabes disparar?-le pregunto, tendiéndola un rifle de caza.

Naruto negó con la cabeza.

-Me lo temía-murmuró Sasuke-. Pero de todos modos, puedes llevarlo.

Entonces, le enganchó el pesado rife al hombro con la correa de cuero y él se colgó otro, seguramente el suyo, tambien del hombro. Después se metió una pistola en la cintura del pantalón y, al ver que el rubio lo miraba con cautela, le dijo:

-Es una pistola de bengalas. La encontré en la cabina. Mantén los oídos bien abiertos por si pasa cualquier avioneta de búsqueda. Y ahora, vamos.

Naruto miro una última vez, con tristeza, hacia los restos de la avioneta, y después comenzó a caminar detrás de él. Su ancha espalda era un objetivo fácil de seguir. Se dio cuenta de que, con la mirada puesta entre sus clavículas, podía entrar en una especie de trance que le protegía del recuerdo de los cuerpos que habían dejado atrás. Quería sumirse en el olvido.

Siguió caminando, pero perdía energía a cada paso que daba. Parecía que se le acababan las fuerzas con alarmante rapidez. No sabía cuánto había avanzado, pero no podía ser mucho, y sin embargo, le temblaban las piernas de fatiga. Ya ni siquiera apartaba las ramas de su camino, sino que, con indiferencia, permitía que le sacudieran al pasar.

La imagen de Sasuke se hizo borrosa ante él como si fuera un fantasma. Finalmente, se aferro a una de las ramas para intentar detener la caída.

-Sasuke...Sasuke…-susurró.

Aterrizó con dureza en el suelo, pero fue un alivio poderse quedar tumbado en el suelo, por muy frio y húmedo que estuviera. Era un lujo poder cerrar los ojos.

Sasuke murmuro una maldición mientras se quitaba la mochila y dejaba que la correa del rifle se deslizara por su brazo hasta el suelo. Sin contemplación, lo giro hasta que estuvo tumbado bocarriba, y le abrió los parpados con los pulgares. Naruto lo miró, sin saber que estaba muy pálido. Tenía los labios amoratados de color grisáceo.

-Siento retrasarte…-dijo él, vagamente sorprendido de que su voz sonara tan débil-. Solo tengo que descansar unos minutos.

-Sí, sí, bien, Naruto…descansa-dijo el moreno, pero al mismo tiempo, le desabrochaba el corchete del cuello del abrigo-. ¿Te duele en alguna parte?

-No ¿Por qué?

-Por nada.

Sasuke le abrió el abrigo y metió las manos dentro.las deslizo sobre su jersey y comenzó a palparle el abdomen. ¿Estaba bien aquello?, se pregunto el rubio en medio del aturdimiento.

-Quizás tengas una hemorragia interna y no lo sepamos.

Aquellas palabras sirvieron para aclararle todo.

-¿Internamente?-pregunto el ojiazul con pánico, mientras intentaba incorporarse.

-No lo sé. No… ¡quieto!

Con un movimiento repentino, él aparto completamente ambas solapas del abrigo largo de Naruto y tomo aire. Naruto se incorporo, apoyándose en los codos, para averiguar porque había fruncido el ceño de aquella manera.

Tenía la pernera del pantalón empapada en sangre. Tambien tenía calado el calcetín y la bota de montaña.

-¿Cuándo te has hecho esto?-le pregunto él-. ¿Qué ha ocurrido?

Consternado, Naruto sacudió la cabeza.

-¿Por qué no me has dicho que estabas herido?

-No lo sabía-respondió el ojiazul débilmente.

Él saco el cuchillo de caza y le corto la tela del pantalón desde el bajo hacia arriba de un solo golpe, limpiamente, hasta la pernera elástica de su ropa interior.

Asustado, Naruto respiro profundamente.

Sasuke, mirándole la pierna, exhaló un suspiro de derrota.

-Demonios.


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¿Que tal? ¿Les gusto? -nerviosa-Espero que si~ es el primer capi de 14...en fin, me pase 3 dias escribiendo esto. Merece algun comentario? saben que se aceptan jitomatazos, kunais, bankais, cartas con anthrax, etc .w.
Hasta el capitulo 2!! ^^/