Estaban todos muertos.
Todos, salvo él.
Estaba seguro.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde el
impacto, ni cuánto tiempo llevaba encorvado, con la cabeza en el regazo. Podían
haber sido segundos, minutos, años. El tiempo podía haberse detenido.
El amasijo de metal retorcido se había
estremecido interminablemente hasta que, por fin, había quedado inmóvil con un
quejido ronco. Los arboles destrozados, víctimas inocentes del accidente,
habían dejado de temblar, en aquel momento no se movía ni una hoja; reinaba una
calma espantosa. No se oía ni un sonido.
Alzo la cabeza. Tenía el pelo y los hombros
llenos de esquirlas de platico de lo que había sido la ventanilla contigua de
su asiento. Agito la cabeza ligeramente y las esquirlas cayeron a su alrededor,
produciendo un tintineo apenas perceptible en el silencio. Se obligo a abrir
los ojos lentamente.
Se le formo un grito en la garganta pero no
pudo emitirlo. Se le había helado las cuerdas vocales, y sentía demasiado
horror como para gritar. Aquello era una carnicería.
Los dos pasajeros que había sentados frente a
él, buenos amigos, por lo que había podido deducir de sus bromas constantes,
habían muerto. Sus risas y sus chistes habían quedado silenciados para siempre.
Uno de ellos había atravesado el cristal de la ventanilla con la cabeza. Él
detecto aquel hecho, pero apenas miro la escena. Había un mar de sangre, volvió
a cerrar los ojos y no los abrió hasta que hubo girado la cara.
Al otro lado del pasillo había otro hombre
muerto con la cabeza apoyada contra el asiento, como si hubiera estado
durmiendo cuando la avioneta cayó. El Solitario. Antes del despegue, él le
había otorgado aquel nombre. Como el avión era pequeño, había unas normas muy
estrictas acerca del peso.
Mientras se pesaba tanto a los pasajeros como
al equipaje antes de despegar, el Solitario se había mantenido apartado del
grupo, con un talante hostil y de superioridad. Ninguno de los demás pasajeros
había intentado trabar conversación con el debido a la antipatía que irradiaba.
Su actitud lo había aislado, igual que a él le había aislado su notable sexo.
Era el único doncel a bordo del vuelo.
Y en aquel momento, el único superviviente.
Miro hacia la cabina y se dio cuenta de que
la parte delantera de la avioneta se había separado del resto del fuselaje como
si fuera el corcho de una botella. Estaba a varios metros de distancia, y el
piloto y el copiloto, ambos jóvenes y agradables, estaban muertos tambien.
Tragó la bilis que le había llenado la
garganta.
Aquel copiloto fuerte y barbudo le había
ayudado a subir al avión y había flirteado con él, diciéndole que casi nunca
tenia donceles en su nave y que cuando los tenia, no parecían maniquís de moda.
Los otros dos pasajeros, hermanos de mediana
edad, aun estaban en sus asientos, con el cinturón abrochado.
Los había matado el tronco tronchado que
había traspasado el fuselaje del avión como un abrelatas. Su familia sentiría
aquella tragedia doblemente.
Comenzó a llorar. El miedo y la desesperación
se adueñaron de él. Tenía miedo de desmayarse. Tenía miedo de morir. Tenía
miedo de sobrevivir.
Las muertes de sus compañeros de viajes
habían sido rápidas e indoloras. Probablemente habían perdido la vida de un
impacto. Mejor así. Su muerte, sin embargo, sería más larga, porque
milagrosamente, estaba indemne. Moriría lentamente de sed, de hambre, de
congelación.
Se pregunto porque seguía con vida. La única
explicación era que iba sentado en la última fila. Al contrario que le resto de
los pasajeros, él había dejado a alguien en una cabaña del Great Bear Lake. Su
despedida había sido interminable, así que había sido el último en llegar a la
avioneta. Todos los asientos estaban ocupados, salvo aquel ultimo.
Cuando el copiloto le había ayudado a subir,
los ruidosos diálogos habían cesado de repente. Al ser el único doncel de todo
el pasaje, se había sentido incomodo mientras caminaba por el pasillo para
ocupar su lugar, inclinado a causa de la baja altura del techo.
Aquella avioneta que había salido desde una
cabaña de pesca y caza del territorio noroeste de Canadá, era demasiado
masculino. Él había intentado pasar desapercibido. Había ocupado su asiento sin
decir nada y se había puesto a mirar por la ventanilla.
Solo una vez, justo antes del despegue, había
vuelto la cabeza y, sin querer, había cruzado la mirada con la del hombre que
iba al otro lado del pasillo. Él lo había mirado con tal desaprobación, que lo
había hecho mirar hacia la ventanilla rápidamente.
Además de los pilotos, probablemente el había
sido el primero en notar que comenzaba una tormenta. La lluvia torrencial,
acompañada de una densa niebla, le había puesto nervioso. Pronto, las sacudidas
del avión habían transformado la animada charla de los demás en comentarios
nerviosos sobre el vuelo. Alguno agradeció, incluso, no estar en aquel momento
en el lugar de los pilotos.
Los pilotos lo estaban pasando muy mal, y no
transcurrió mucho tiempo antes de que todos se dieran cuenta. Finalmente, los
pasajeros quedaron en silencio, con la mirada fija en la cabina. La tensión
dentro del aparato aumentó cuando los dos pilotos perdieron el contacto con la
radio de la torre de control.
Ya no podían seguir guiándose con el
instrumental de vuelo debido a que las indicaciones eran inexactas. Y a causa
de las espesas nubes que estaban atravesando, no había vuelto a ver la tierra
desde el despegue.
Cuando la avioneta entro en barrena y el
piloto les gritó a los pasajeros que se precipitaban al vacio, todos tomaron
aquella noticia con una resignación y una calma asombrosas.
Él se había encogido y había apretado la
cabeza contra las rodillas, cubriéndosela con las manos, sin dejar de rezar.
Pareció una eternidad.
Nunca olvidaría el primer impacto, pese a
estar preparado para sentirlo. No sabía porque se había salvado de una muerte
instantánea, a menos que su tamaño, más pequeño que el de los hombres que
viajaban en la avioneta, le hubiera permitido encajar entre su asiento y el
delantero mejor que a los demás, y de aquel modo, hubiera sido capaz de
amortiguar más el terrible golpe.
Sin embargo, en aquellas circunstancias, no
estaba muy seguro de que sobrevivir hubiera sido una suerte favorable. A la
cabaña, situada al noroeste de Great Bear Lake, solo se podía llegar en
avioneta; entre aquel punto y Yellowknife, su destino, había kilómetros y
kilómetros de bosque. Solo Dios sabría cuanta distancia había recorrido la aeronave antes de caer. Las autoridades la
buscarían durante meses sin poder encontrarla. Hasta que lo hicieran, si acaso
daban con él, estaría solo.
Aquel pensamiento hizo que se pusiera en
acción casi con un impulso frenético. Comenzó a forcejear para desabrocharse el
cinturón de seguridad, y se golpeo la cabeza con el asiento delantero. Por fin,
consiguió bajar desde el asiento hasta el pasillo, y a gatas, se dirigió hacia
el hueco del fuselaje.
Evitando mirar los cuerpos, contempló el
exterior desde el borde rasgado de metal. Había cesado la lluvia, pero el cielo
estaba cubierto de nubes bajas pesadas, plomizas, que estaban a punto de
descargar nuevamente, se oían truenos frecuentes y amenazadores. No había
viento y supuso que aquello era de agradecer; el viento podía causar mucho
frio. Pero…si no había viento, ¿de dónde procedía aquel sonido quejumbroso?
Conteniendo la respiración, esperó.
¡Otra vez!
Volvió la cabeza y escuchó con atención. No
era fácil oír nada sobre el sonido de los latidos acelerados de su corazón.
Hubo un movimiento casi imperceptible.
Miró hacia el nombre que estaba sentado al
otro lado del pasillo, junto a su asiento. ¿Era solo su imaginación ansiosa, o
había movido los parpados? Se acerco a él gateando y rezando.
-Oh, por Dios, que este vivo-murmuró con
fervor.
Llego hasta su asiento y lo miro fijamente a
la cara.
Parecía que continuaba en reposo. Los
parpados no le temblaban, y ni el más mínimo gemido salía de entre sus labios. Le
miro el torso, pero el hombre llevaba un grueso abrigo, así que era imposible
saber si respiraba.
Le poso el dedo índice sobre la curva del
labio, justo bajo los orificios de la nariz, y al sentir su respiración, emitió
una exclamación.
-Gracias a Dios…
Entonces, comenzó a llorar y a reír al mismo
tiempo. Le dio unos suaves golpecitos con las manos en las mejillas.
-Despierte, señor. Por favor, despierte.
Él gimió, pero no abrió los ojos. Comprendió
entonces, por intuición, que cuanto antes recuperara el conocimiento, mejor
seria para aquel hombre. Además, necesitaba saber que no estaba muerto, y que
no iba a morir, al menos, inmediatamente. Necesitaba saber que no estaba solo.
Pensando que quizá el aire puro le hiciera
revivir, decidió sacarlo de la avioneta. No iba a ser fácil; probablemente, él
pesaba 40 kilos más que el.
Cuando le desabrocho el cinturón de
seguridad, el Solitario se inclino como peso muerto sobre él. Consiguió detener
su caída con el hombro derecho y, medio arrastrándolo, comenzó a dirigirse
hacia la salida por el pasillo.
Aquel viaje de 3 metros le llevo una media
hora. Al pasar junto a uno de los cuerpos, el brazo que colgaba sin vida se le
enganchó. Tuvo que superar la repulsión y tocarlo para zafarse. Se mancho de
sangre las manos. Estaba pegajosa. Gimoteo de horror, pero se mordió el
tembloroso labio inferior y continuo tirando del hombre por el pasillo
recorriéndolo centímetro a centímetro con una lentitud agonizante.
De repente, pensó en que, tuviera la lesión
que tuviera, quizá le estuviera haciendo más daño que beneficio al moverlo. Sin
embargo ya había llegado lejos, y no podía detenerse. Había decidido sacarlo, y
aquello era lo que iba a hacer, aunque solo fuera para demostrarse que no
estaba completamente desamparado.
Lo movió tanto como fue capaz. De vez en
cuando, el emitía algún gruñido, pero aparte de aquello, no dio señal alguna de
que fuera a recuperar el conocimiento. Se alejo de él momentáneamente, y
atravesó las ramas de un pino.
El lado izquierdo del fuselaje se había
desprendido del avión, así que todo sería cuestión de arrastrarlo por el
ramaje. Rompió todas las ramas pequeñas que pudo antes de volver junto al
hombre.
Tardo más de cinco minutos en darle la vuelta
para poder agarrarlo por debajo de los brazos. Después, de espaldas al estrecho
túnel que había clareado, tiro de él. Las acículas de los pinos le arañaron la
cara, y la corteza le raspó las manos, aunque afortunadamente, la ropa le
protegió casi toda la piel.
Mientras luchaba por avanzar, su respiración
se hizo más fatigosa. Pensó en detenerse a descansar, pero temió que nunca
podría conseguir la fuerza suficiente para comenzar de nuevo. Su carga haba
comenzado a gemir constantemente. Sabía que debía de estar sufriendo mucho,
pero no podía parar, o quizás el se sumiera más en la inconsciencia.
Por fin, noto el aire frio en las mejillas.
Sacudió la cabeza para librarse de la última rama y salió a un claro. Siguió
arrastrando al hombre hasta que el tambien estuvo libre de las ramas de los
arboles. Exhausto, se dejo caer al suelo, y la cabeza del hombre cayó en su
regazo.
Apoyo las manos en la tierra y miro al cielo
mientras recuperaba el aliento, pensando en lo bueno que era sentirse vivo.
Tras unos instantes, miro al hombre, y vio por primera vez que tenía un
terrible chichón en la sien derecha. Sin duda, por aquel golpe había perdido el
conocimiento.
Le alzó los hombros con las manos, lo
suficiente como para quitárselo del regazo, y se acerco a su costado gateando.
Comenzó a desabrocharle el grueso abrigo mientras rogaba que no tuviera ninguna
herida mortal. Descubrió, con alivio, que no tenía sangre en la chaqueta de
franela de cazador que llevaba. Desde el cuello alto de su camiseta hasta las
botas, ella no encontró ninguna hemorragia grave.
Con un largo suspiro de alivio, se inclino
sobre él le dio ligeros golpes en las mejillas nuevamente. Supuso que tendría
unos 27 años, aunque no se le daba bien calcular la edad de las personas. Tenía
el pelo un poco largo, negro, liso y la piel blanca, casi como si nunca hubiese
salido al sol. Su boca era de labios delgados.
Aquella cara no era la de alguien que
trabajase al aire libre. Era un rostro muy bello. Tenía cierta dureza y una
expresión distante que él tambien había sentido en su personalidad.
Se pregunto con inseguridad que pensaría él
cuando recuperara el sentido y se viera solo en el bosque con un doncel. No tuvo que esperar mucho para averiguarlo;
unos momentos después, él abrió lentamente los ojos.
Eran de un color tan negro como la noche. Se
fijo en él, volvió a cerrar los ojos y los abrió de nuevo. El joven quiso
hablar, pero tuvo miedo y se mantuvo en silencio. El pelinegro emitió una
vulgar imprecación y se estremeció, aunque atribuyo aquel lenguaje tan grosero
al dolor que debía estar sintiendo. De nuevo, el azabache cerró los ojos, y
espero varios segundo antes de abrirlos otra vez. Entonces, dijo:
-Hemos tenido un accidente.
Su voz era ronca y muy masculina.
Asintió en respuesta a la pregunta.
-¿Cuánto tiempo hace?
-No lo sé con seguridad. Quizá un hora.
Con un gesto de dolor se cubrió el chichón
con una mano y se incorporó empujándose con la otra mano. El otro se aparto
para que el moreno pudiera sentarse.
-¿Y los demás?
-Han muerto todos.
-¿Estás seguro?
-¿Seguro? Eh…no. Creo que están muertos.
-¿Has comprobado si tenían pulso?
-No. No lo he comprobado-admitió el joven.
El moreno le clavo una mirada sentenciosa,
pero aprovechó para mirarle mejor. El doncel aquel tenía el cabello rubio, los
asustados ojos azules y la piel ligeramente bronceada; una boquita de manzana
de labios carnosos y una respingada nariz.
Se apoyó en un árbol e intento mantenerse
erguido y recuperar el equilibrio.
-¿Cómo…como te sientes?
-Tengo ganas de vomitar.
Uno de los rasgos de aquel hombre era que no
usaba eufemismos.
-Quizá deberías tumbarte.
-Sin duda.
-¿Y bien?
El moreno lo miro sin apartarse la mano del
chichón.
-¿Te ofreces voluntario para comprobar el
pulso de los demás pasajeros?-le pregunto con sarcasmo. Entonces, el ver el
rubio palidecía, esbozo una sonrisa desdeñosa-. Eso pensé.
-Te he sacado del avión, ¿no?
-Si-respondió el azabache secamente-. Me has
sacado.
El rubio no esperaba que lo besara para darle
las gracias por haberle salvado la vida, pero una sencilla palabra de gratitud
habría sido agradable.
-Eres un desagradecido…
-Ahórratelo.
Entonces, el aguazul observo como el moreno
se separaba del árbol y se encaminaba tambaleándose hacia el aparato
destrozado, apartando las ramas de los arboles con mucha más fuerza de la que
él hubiera podido reunir en un mes.
Se dejó caer al suelo y apoyó la cabeza sobre
las rodillas, con la tentación de echarse a llorar. Lo oyó moviéndose por la
cabina. Cuando alzó la cabeza y miró hacia la avioneta, lo vio a través del
desaparecido parabrisas de la cabina de tripulación. Estaba moviendo las manos,
impertérrito, sobre los cuerpos de los pilotos.
Minutos después, se abrió camino por las
ramas nuevamente y se acerco a él.
-Tenías razón. Han muerto.
¿Y que esperaba que le respondiera? ¿Qué ya
lo sabía? El moreno dejó en el suelo un
maletín de primero auxilios y se arrodillo a su lado. Sacó un frasco de
aspirinas y se metió tres a la boca, y después se las trago sin necesidad de
agua.
-Ven aquí-le ordenó después con rudeza. El
rubio se inclino hacia delante y le entrego una linterna-. Ilumíname los ojos,
uno por uno, y dime qué pasa.
El menor encendió la linterna y enfocó el haz
de luz primero al ojo derecho, después al izquierdo.
-La pupila se contrae.
Él le quito la linterna y la apagó.
-Bien. No tengo conmoción cerebral. Solo un
terrible dolor de cabeza. ¿Tu estas bien?
-Eso creo.
Él le miro con escepticismo, pero
asintió.
-Me llamo Uzumaki Naruto-le dijo el rubio,
educadamente.
El soltó una carcajada seca.
-Naruto, ¿eh?
-Sí, Naruto-respondió él con tirantez.
-Era de esperar.
Aquel hombre carecía de educación.
-¿Y tú tienes nombre?
-Sí, tengo nombre. Uchiha Sasuke. Pero esto
no es una fiesta, así que perdona que no me quite el sombrero y te haga una
reverencia.
Para ser los únicos dos sobrevivientes de un
accidente de aviación, aquel era un mal comienzo. En aquel momento, Naruto
quería que le consolaran, que le dijeran que estaba vivo y que iba a continuar
viviendo. Lo único que había recibido de él era un desprecio inmediato.
-¿Qué te pasa?-le pregunto con enfado-. Te
comportas como si el accidente hubiera sido culpa mía.
-Quizá lo fuera.
El ojiazul dejo escapar un jadeo de
incredulidad.
-¿Cómo? Yo no soy la culpable de que haya
habido una tormenta.
-No, pero sino hubieras tenido una despedida
tan emotiva con tu enamorado, quizás nos hubiéramos adelantado. ¿Por qué te
marchaste antes que él? ¿Tuvieron una pelea de enamorados?
-Eso no es asunto tuyo-masculló el ojiazul.
El moreno no se alteró.
-Y tu no tenías porque estar en un sitio como
aquel-le dijo, mirándolo de los pies a la cabeza-, siendo el tipo de chico que
eres.
-¿Y qué tipo de chico soy?
-Vamos a dejarlo. Digamos solo que tendría
más oportunidades sin ti.
Después de decir aquello, se sacó un cuchillo
de caza de la funda que llevaba en el cinturón. Naruto se preguntó si tendría
intención de cortarle el cuello para librarse de la rémora que él suponía. En
vez de eso, el moreno se volvió y comenzó a cortar las ramas más pequeñas del
árbol para clarear un camino más accesible hacia el fuselaje.
-¿Qué vas a hacer?
-Tengo que sacarlos.
-¿A los demás? ¿Por qué?
-A menos que quieras tenerlos por compañeros
de alojamientos.
-¿Vas a enterrarlos?
-Esa es la idea. ¿Se te ocurre algo mejor?
No, por supuesto que no, así que no dijo
nada.
Uchiha Sasuke se abrió paso a través del
árbol hasta que solo quedaron las ramas más grandes. Resultaba más fácil pasar
por encima de ellas o rodearlas.
Naruto lo ayudó, apartando las ramas a medida
que él las cortaba.
-Entonces, ¿vamos a quedarnos aquí?-le
preguntó al cabo de un rato.
-Por el momento, si.
Después de abrir el camino, entro al fuselaje
y le hizo una señal para que el rubio entrara tambien.
-Tómalo por las botas, vamos.
Naruto bajó la mirada hacia las personas de
uno de los hombres muertos. No podía hacerlo. No había nada en su vida que la
hubiera preparado para algo así. No podía hacer algo tan grotesco.
Sin embargo, al mirar los ojos fríos e
implacables de Uchiha Sasuke de nuevo, supo que él esperaba que lo hiciera sin
ninguna discusión.
Uno por uno, fueron sacando los cuerpos de la
avioneta. Sasuke hizo la mayor parte del trabajo. Naruto le echó una mano cada
vez que él se lo pedía, intentando distancia la mente de aquella tarea tan
espeluznante.
Naruto había perdido a su madre cuando era
adolescente, y dos años antes, su hermano había muerto tambien. Sin embargo, en
ambas ocasiones, los había visto cuando yacían en el féretro forrado de satén,
iluminados con luz suave, con flores y música de órgano. La muerte le había
parecido algo irreal. Ni siquiera los cuerpos de su madre y su hermano eran
reales para ella, sino que eran replicas de la gente a la que había querido,
maniquís creados a su imagen y semejanza por el encargado de la funeraria.
Aquellos cuerpos eran reales.
Mecánicamente, obedeció las órdenes que aquel
tal Uchiha Sasuke le impartía sin emociones ni inflexión en el tono de voz.
Naruto pensó que debía de ser un robot. No parecía que sintiera nada mientras
arrastraba los cuerpos hacia el suelo. Cuando terminó, apilo piedras cobre
ellos.
-¿No deberíamos decir algo?-preguntó Naruto,
mientras miraban aquel bárbaro montón de piedras grises, que tenían por objeto
proteger los cuerpos de los animales que se acercaban a devorarlos.
-¿Decir algo? ¿Qué?
-Un fragmento de las escrituras. Una oración.
El moreno se encogió de hombros con
indiferencia mientras limpiaba la hoja del cuchillo.
-No sé ningún fragmento de las escrituras, y
hace tiempo que olvide todas las oraciones.
Le dio la espalda a la tumba y volvió hacia
el avión.
Naruto susurro una plegaria apresurada antes
de seguirlo. Lo que más temía era quedarse solo. Si perdía de vista a aquel
hombre, quizá lo abandonara.
Sin embargo, no era probable, al menos no por
el momento. El estaba agotado, casi a punto de desmayarse.
-¿Por qué no te tumbas y descansas?-le
sugirió el rubio.
Tambien se había quedado sin fuerzas hacia
horas, y se mantenía en movimiento gracias a la adrenalina.
-Porque se va a hacer de noche
rápidamente-respondió el azabache-. Tenemos que quitar los asientos de la
avioneta para hacer sitio para tumbarnos. De lo contrario, tendrás que pasar la
noche al aire libre por primera vez en tu vida-respondió con sarcasmo Sasuke
mientras entraba en el fuselaje.
Un momento después, Naruto oyó que emitía una
violenta imprecación. Después salió de la avioneta con el ceño fruncido.
-¿Qué ocurre?
El extendió la mano. Estaba húmeda.
-Combustible.
-¿Combustible?
-Combustible inflamable-respondió el moreno
con impaciencia-. No podemos quedarnos aquí. Con una sola chispa saldríamos
disparados hasta China.
-Entonces, no haremos fuego.
Sasuke le fulmino con la mirada.
-Cuando oscurezca, querrás tener una
hoguera-dijo con desprecio-. Además, una chispa puede causarla cualquier cosa.
Un trozo de metal arañando otro, y seremos historia.
-¿Y qué hacemos?
-Recogemos lo que podamos y nos vamos.
-Pensaba que sería mejor quedarse junto al
avión. Los grupos de rescate buscaran la avioneta. ¿Cómo van a encontrarnos si
nos alejamos?
-Si quieres quedarte, allá tú. Yo me voy.
Pero será mejor que te advierta que no hay agua cerca de aquí. Lo primero que
voy a hacer por la mañana es buscar agua.
Aquella actitud arrogante de sabelotodo era
insufrible.
-¿Y cómo sabes que no hay agua?
-No hay ninguna huella de animal por aquí.
Supongo que podrías sobrevivir con el agua de la lluvia durante el tiempo que
dure, pero quien sabe cuánto será eso.
-Está bien. Iré contigo-dijo el aguazul
finalmente, tragándose su orgullo. El moreno había comenzado a hacer un montón
con las cosas que había recogido de la avioneta-. ¿Cómo puedo ayudar?
El ojinegro le señalo con un gesto de cabeza
el compartimiento del equipaje del avión.
-Busca por las maletas de todo el mundo. Toma
todo lo que pueda resultarnos útil-le indico, y le entregó varias llaves
diminutas, que evidentemente, había tomado de los cuerpos antes de enterrarlos.
El rubio miro recelosamente las maletas. Algunas
ya se habían abierto a causa del accidente. Las pertenencias de las víctimas
estaban en el suelo.
-Eso sería violar su intimidad…las familias
se sentirían…
El moreno se volvió hacia él con brusquedad.
-¿Quieres enfrentarte a la realidad?-le tomo
por los hombros y lo agitó-. Mira a su alrededor. ¿Sabes cuantas posibilidades
tenemos de salir vivos de esto? Yo te lo diré: ninguna. Pero antes de morir,
voy a luchar con todas mis fuerzas. Es una costumbre que tengo.
Entonces, inclino la cabeza hacia el ojiazul.
-Esto no es una excursión de domingo que haya
salido mal. Esto es la supervivencia. Los buenos modales y la etiqueta no
sirven. Si vienes conmigo, harás lo que yo te diga cuando te lo diga. ¿Lo
entiendes? No hay tiempo para sentimientos. No llores por los que no han tenido
la suerte de sobrevivir. Han muerto y ya no podemos hacer nada por ellos. Y ahora,
mueve el trasero y haz lo que te he dicho.
Después lo empujó y comenzó a reunir las
pieles que los cazadores llevaban a casa como trofeos. Había pieles de caribú,
de lobo blanco, de castor y visón.
Naruto, conteniendo las lagrimas de mortificación
y de angustia que estaban a punto de derramársele, comenzó a registrar las
maletas tal y como le había ordenado. Tenía ganas de golpearlo. Quería dejarse
caer al suelo y llorar. Sin embargo, no iba a darle aquella satisfacción. Tampoco
iba a proporcionarle una excusa para que lo dejara allí. Probablemente, el se aferraría
a la más pequeña.
Media hora después, el rubio apiló sus
hallazgos junto a lo que había amontonado Sasuke. Pareció que él aprobaba su selección,
que incluía dos botellas de licor. Naruto no supo identificarlo por el olor,
pero a Sasuke no le importaba mucho. Aparentemente, disfruto del sorbo que tomo
de una de las botellas. El rubio observo el movimiento de su nuez mientras
tragaba. Tenía un cuello fuerte y níveo y una mandíbula cuadrada. Típico, pensó
el rubio, de las mulas obstinadas.
Sasuke tapo la botella y la dejo junto a las
cerillas, el costurero de viaje y la ropa extra que el rubio había reunido.
Después dijo:
-Vamos. Será mejor que nos pongamos en
marcha. ¿Sabes disparar?-le pregunto, tendiéndola un rifle de caza.
Naruto negó con la cabeza.
-Me lo temía-murmuró Sasuke-. Pero de todos
modos, puedes llevarlo.
Entonces, le enganchó el pesado rife al
hombro con la correa de cuero y él se colgó otro, seguramente el suyo, tambien
del hombro. Después se metió una pistola en la cintura del pantalón y, al ver
que el rubio lo miraba con cautela, le dijo:
-Es una pistola de bengalas. La encontré en
la cabina. Mantén los oídos bien abiertos por si pasa cualquier avioneta de búsqueda.
Y ahora, vamos.
Naruto miro una última vez, con tristeza,
hacia los restos de la avioneta, y después comenzó a caminar detrás de él. Su ancha
espalda era un objetivo fácil de seguir. Se dio cuenta de que, con la mirada
puesta entre sus clavículas, podía entrar en una especie de trance que le protegía
del recuerdo de los cuerpos que habían dejado atrás. Quería sumirse en el
olvido.
Siguió caminando, pero perdía energía a cada
paso que daba. Parecía que se le acababan las fuerzas con alarmante rapidez. No
sabía cuánto había avanzado, pero no podía ser mucho, y sin embargo, le
temblaban las piernas de fatiga. Ya ni siquiera apartaba las ramas de su camino,
sino que, con indiferencia, permitía que le sacudieran al pasar.
La imagen de Sasuke se hizo borrosa ante él
como si fuera un fantasma. Finalmente, se aferro a una de las ramas para
intentar detener la caída.
-Sasuke...Sasuke…-susurró.
Aterrizó con dureza en el suelo, pero fue un
alivio poderse quedar tumbado en el suelo, por muy frio y húmedo que estuviera.
Era un lujo poder cerrar los ojos.
Sasuke murmuro una maldición mientras se
quitaba la mochila y dejaba que la correa del rifle se deslizara por su brazo
hasta el suelo. Sin contemplación, lo giro hasta que estuvo tumbado bocarriba,
y le abrió los parpados con los pulgares. Naruto lo miró, sin saber que estaba
muy pálido. Tenía los labios amoratados de color grisáceo.
-Siento retrasarte…-dijo él, vagamente
sorprendido de que su voz sonara tan débil-. Solo tengo que descansar unos
minutos.
-Sí, sí, bien, Naruto…descansa-dijo el
moreno, pero al mismo tiempo, le desabrochaba el corchete del cuello del
abrigo-. ¿Te duele en alguna parte?
-No ¿Por qué?
-Por nada.
Sasuke le abrió el abrigo y metió las manos
dentro.las deslizo sobre su jersey y comenzó a palparle el abdomen. ¿Estaba
bien aquello?, se pregunto el rubio en medio del aturdimiento.
-Quizás tengas una hemorragia interna y no lo
sepamos.
Aquellas palabras sirvieron para aclararle
todo.
-¿Internamente?-pregunto el ojiazul con pánico,
mientras intentaba incorporarse.
-No lo sé. No… ¡quieto!
Con un movimiento repentino, él aparto
completamente ambas solapas del abrigo largo de Naruto y tomo aire. Naruto se
incorporo, apoyándose en los codos, para averiguar porque había fruncido el
ceño de aquella manera.
Tenía la pernera del pantalón empapada en
sangre. Tambien tenía calado el calcetín y la bota de montaña.
-¿Cuándo te has hecho esto?-le pregunto él-. ¿Qué
ha ocurrido?
Consternado, Naruto sacudió la cabeza.
-¿Por qué no me has dicho que estabas herido?
-No lo sabía-respondió el ojiazul débilmente.
Él saco el cuchillo de caza y le corto la
tela del pantalón desde el bajo hacia arriba de un solo golpe, limpiamente,
hasta la pernera elástica de su ropa interior.
Asustado, Naruto respiro profundamente.
Sasuke, mirándole la pierna, exhaló un
suspiro de derrota.
-Demonios.
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¿Que tal? ¿Les gusto? -nerviosa-Espero que si~ es el primer capi de 14...en fin, me pase 3 dias escribiendo esto. Merece algun comentario? saben que se aceptan jitomatazos, kunais, bankais, cartas con anthrax, etc .w.
Hasta el capitulo 2!! ^^/
Hasta el capitulo 2!! ^^/
Primero repetiré aquí lo que te escribí en la parte de la nota: "Oooh, esto quiero seguirlo. Me gusta, está bien descrito todo, con detalles. Me gusta la forma en la que narras todo del accidente. Al pricipio creí que la persona que Naru había dejado en la cabaña era Sasuke, pero ahora veo que la cosa es más interesante que eso, al menos el kitsune no está solito... aunque con esa compañía ¬¬ en fin ¿qué te puedo decir? me gustó. De los muchos, muchos fics que he leído de estos dos, este es el primero con esta temática. De hecho es el primero que leo de esta temática de todos los fandoms. Deben haber por ahí, pero yo no los he leído ouo"
ResponderEliminarY agrego: Me encanta como manejas a Sasuke. Bastante. Y este fic me llama mucho la atención, la narrativa me mantiene entretenida y enganchada cada linea. Y te lo digo sinceramente. Me hizo recordar cuando era sólo tu fan mucho antes de ser tu amiga xD Definitivamente quiero leer lo que sigue *-* Confío en que la historía no bajará de calidad, incluso que se pondrá mucho mejor >u< Promete. Y lo espero ansiosa. Besos y gracias por compartirla.
~Nagisa Michaels~
Me agrada, en especial el aire de "Frío cazador" de Sasuke (= Yo ya estaba esperando violación de los derechos humanos. esperaré
ResponderEliminarMe encanto, en especial el final xD
ResponderEliminarAunque hay varias fallas en la redacción y en la ortografía, la historia esta genial xD
Ame y odie el final >_____<
Ese suspenso es demasiado asafsagsdfas >__<
Bueno, ¡Gracias por publicarlo!
Y esperare conti .w.
Orale pues si que esta intenso eso de conocerse en un accidente aéreo.
ResponderEliminar14 capítulos? que barbara eres mujer o.o esperaremos a los demás, también para ver como se va desarrollando la historia. Me gusto, aunque debo admitir que es muy largo jejeje. MLH
como dije antes or el chat- esta extra genialoso!!! amo esto, enserio amo la manera que tienes de escribir que me provoca imaginarme el escenario, los movimientos, toooooodo!!!!!!! es raro cuando una lectura logra atrapar mi total atencion, aunque hay algo que odio.....que me hayas dejado en tremendo suspenso T-T como puedes ser asi de perversa?, beien...soy una persona comprensiva y muy pasciente n.n....mentira!!!! quiero continuacion o te mordere ¬¬
ResponderEliminarMe encanto la forma en como vas describiendo los detalles que a pesar que uno crea que no son de importancia le pueden agregar mas interés a la historia al igual que un poco de suspenso. Espero leer el siguiente capitulo ya que la historia se ve que es interesante
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